¿La religión fomenta la solidaridad, o alimenta el conflicto y la desigualdad? Los titulares de hoy sugieren que la respuesta es «sí» a ambos. Sí, como Emile Durkheim nos enseñó, la religión puede ser y es una fuerza de solidaridad, pero al mismo tiempo, como nos enseñó Max Weber, la religión puede ser y es también una fuerza de conflicto y desigualdad. En Los lazos que unen, consideramos una pregunta más específica: ¿es la religión una fuerza para el bien o para el mal en las familias de todo el mundo?
Este informe responde a esta pregunta observando la relación entre la religión y cuatro resultados importantes en 11 países de América, Europa y Oceanía: calidad de la relación, fertilidad, violencia doméstica e infidelidad. Estas preguntas son especialmente destacadas en una época marcada por lo que el New York Times ha llamado el surgimiento del postfamilialismo en los países en desarrollo, donde el matrimonio y la maternidad están en retraimiento en la mayoría de los países con ingresos más altos. La fe puede protegerse contra este giro postfamiliar, tanto al otorgar un significado e importancia particulares a la vida familiar como al ofrecer normas y redes que fomenten la solidaridad familiar. Pero estas preguntas también son importantes dado que la religión puede ser una fuerza para los enfermos, legitimando la desigualdad de género o la violencia en la familia, una preocupación que ha adquirido particular relevancia a la luz de los titulares recientes sobre religión, violencia doméstica y abuso sexual infantil.
Sin embargo, más allá de los titulares, este informe busca comprender cómo la religión está vinculada, en promedio, a cuatro resultados familiares clave en 11 países: Argentina, Australia, Chile, Canadá, Colombia, Francia, Irlanda, México, Perú, Reino Unido, y los Estados Unidos. Basándose en datos de la Encuesta Mundial de Valores (WVS) y la Encuesta Global de Familia y Género (GFGS), este informe sugiere que:
En muchos aspectos, este informe indica que la fe es una fuerza para el bien en la vida familiar contemporánea en las Américas, Europa y Oceanía. Los hombres y mujeres que comparten una vida religiosa activa, por ejemplo, disfrutan de niveles más altos de calidad de relación y satisfacción sexual en comparación con sus pares en relaciones seculares o menos religiosas/mixtas. También tienen más hijos y es más probable que se casen. Al mismo tiempo, no encontramos que la fe proteja a las mujeres de la violencia doméstica en las relaciones de casados y convivientes. En general, este informe sugiere que las normas y redes favorables a la familia asociadas con las comunidades religiosas refuerzan los lazos que unen; sin embargo, el desafío que enfrentan esas comunidades es construir sobre estas fortalezas para abordar a las familias que están luchando, incluyendo los aproximadamente uno de cada cinco de sus adherentes que experimentan violencia en la pareja.
Vea los procedimientos aquí.